13/1/08

DANIEL EN BUSCA DE UN ASCENSO

DANIEL EN BUSCA DE UN ASCENSO
Recuerdo ése día agitado, cuando llegué a la oficina ya eran las siete y media de la mañana y todo el mundo estaba corriendo; yo no supe que hacer así que sólo saludé y ocupé mi escritorio; Ximena tenía una expresión de estrés que en verdad lograba causar el efecto del sol de medio día cuando uno se encuentra en una calle concurrida y luciendo un traje de paño pesado. Al ver sus gestos y su estado de alerta, me sentí en la obligación de preguntarle en qué le podía colaborar. Cuando lo hice ella cambió su gesto de tragedia y fue en ése momento que comprendí que el favor que me iba a solicitar era realmente complicado.

La empresa no me ofrecía una buena recompensa económica por mis tareas, todo lo contrario por lo general me veía en la necesidad de recurrir a la economía informal y a solicitar pequeños prestamos a mis compañeros de oficina para sortear los costos del transporte urbano. Por esa razón a pesar de prever que Ximena me iba a pedir algo difícil, también veía la posibilidad de ganarme su aprecio y por qué no, podría ser la oportunidad de ascenso en el entramado de cargos medios de la empresa. Ximena se quedó mirándome por un momento a los ojos y dijo:

- Necesito un favor... si no estás muy ocupado.

Me quedé en silencio por dos segundos y sólo acerté a decirle que no estaba ocupado y que sería un gran gusto ayudarle.

Ximena era una mujer joven, no era dueña de una belleza deslumbrante pero poseía el encanto típico de las mujeres que en su niñez fueron consentidas por sus padres. Ximena ejercía un cargo administrativo dentro de la empresa y rara vez había incursionado en la aburrida tarea de conversar con los empleados de cargos inferiores. Ella se alegró y me dijo:

- Tenemos que entregar una propuesta de trabajo a una empresa del estado. Estamos atrasados y el joven que nos colabora con el transporte de la documentación sufrió un accidente. Creo que podemos entregarte la propuesta para que tú viajes a recoger una certificación a la casa del Ingeniero Oscar, saques unas copias de dicha certificación y las anexes a la propuesta. Es con el fin de entregar el paquete a la empresa estatal y volver con el recibo de entrega.

La tarea parecía fácil y fue así como simplemente asentí con la cabeza enseñando una sonrisa que supongo completaba la expresión de estúpido que no sabía que decir. Ximena se alejó y empezó a aplaudir y a animar a los operarios e ingenieros para que acelerarán la labor. Ya había alguien que se encargaría del transporte de la documentación. Ella me entregó una suma de dinero necesaria para transportarme en Taxis y unos libros contenidos en sobres de papel color café oscuro. Era un día soleado y el viento soplaba de forma apacible acariciando los contornos de mi rostro. Todo me permitía creer que la labor sería muy sencilla, el único problema es que debía entregar la propuesta en 45 minutos. De lo contrario la empresa perdería irremediablemente la posibilidad de concursar por el cuantioso contrato.

Le hice la señal a un taxi para que me recogiera, el conductor era un hombre de unos 40 años de edad y se veía feliz. Le entregué la dirección del domicilio del Ingeniero Oscar y le pedí el favor que fuera lo más rápido posible. Bogotá sufría uno de sus acostumbrados aprietos en el flujo del transporte y fue así como empezamos a conversar con el chofer sobre ésa insoportable situación. Después de maldecir y sudar, llegamos al domicilio de Oscar, le pedí el favor al chofer que me esperará unos cuantos minutos y el aceptó. En la puerta de la pequeña casa se encontraba una mujer que a juzgar por su apariencia no podía dedicarse a otra labor que al trabajo sexual, era una rubia despampánate que utilizaba maquillaje fuerte y una vestimenta barata, la cual se encargaba de cubrir muy poco de su delicado cuerpo impregnado de un perfume hostigante y de baja calidad.

Toqué el timbre dos o tres veces y el Ingeniero Oscar salió rápidamente como si acabara de salir de la ducha, sonrió a la mujer tomándola de la mano y halándola hacia el interior de su morada, a mí me atendió manteniendo la parte inferior de su cuerpo cubierta con una toalla y la parte superior de su pecho desnuda. Le expliqué al ingeniero el objeto de mi visita, me pidió que le esperara unos minutos, salió al momento y me entregó una carta impresa en papel tamaño carta. Me subí al taxi lo más rápido que pude y le pedí al conductor que me llevara a la oficina estatal; el chofer con una sonrisa picara me dijo mientras me miraba por el espejo retrovisor: “su amigo si que tenía buenas compañías”.

No supe qué contestar así que sólo me quedé mirando hacia la carretera. Después de unos cuantos minutos recordé que debía sacarle una fotocopia a la certificación, eso me hizo pensar que debía estar alerta para bajarme un momento del taxi en algún pequeño negocio que ofreciera ése servicio. Un hombre que caminaba por la calle pateó una piedrecilla y ésta salió a volar directo al trasero de una mujer joven, la mujer giró la cabeza para encontrar al culpable y el pobre hombre no sabía dónde esconderse... ése evento despertó en mí una muda carcajada. Me sentí animado para hablar con el chofer y en tono conciliador le dije:

- Ése señor no es mi amigo, es un Ingeniero de la empresa donde trabajo; pero tiene razón el hombre tiene buenas amistades.

- Esas viejas hacen todo por la plata... si le contara las aventuras que he vivido con esas fulanas.

- ¡Por favor pare en ésta esquina un momento, sacaré unas fotocopias no demoro!

El chofer detuvo el carro sin decir nada. El encargado de manejar la maquina fotocopiadora se demoró bastante y parecía no disfrutar en absoluto su trabajo, creo que por esa razón me limité a pagarle... no le di las gracias. Al volver al taxi el chofer encendió la maquina para iniciar nuevamente la carrera hacia la oficina estatal. El semáforo se puso en rojo y el chofer frenó el taxi sin muestras de cansancio. El conductor me miró directamente a los ojos y después de guardar silencio unos segundos formuló una afirmación que me dejó perplejo; se veía como un sacerdote viejo y me dijo:

- Se ve que usted es un tipo juicioso.

- Contesté mirando hacia el techo del carro: Pues no me ha servido de mucho.

Llegamos a la oficina estatal y logré cumplir con la meta de entregar la propuesta diez minutos antes de que cerraran la ventanilla. Al salir del edificio el taxi me estaba esperando y yo estaba feliz porque había logrado mi objetivo; quedar como un príncipe con Ximena.

- ¿Cómo le fue? - Me preguntó el taxista.

- ¡Bien! eso era todo, ahora tengo que volver a la oficina... Usted me dejó pensando ¿Por qué cree que soy un tipo juicioso?

- Se nota que su vida transcurre la mayor parte del tiempo en una oficina y que al finalizar su jornada de trabajo queda tan cansado que termina por refugiarse en su pequeño departamento, comer algo y ver unas cuantas horas de televisión hasta quedarse dormido.

Me quedé pasmado, la descripción que daba el chofer se aproximaba mucho a mi realidad... no recuerdo que actitud asumí, creo que simplemente me quedé mirando hacia la calle e intenté seguir la conversación de manera fluida.

- Su descripción no se aleja mucho de la realidad ¿Cómo hizo para adivinarlo?

- Creo que es porque en alguna época yo llevaba un estilo de vida parecido.

- ¿A qué se refiere?

- Trabajé unos años en la oficina de contadores más importante de la nación, el dueño de la compañía se la pasaba conmigo. Yo era su compañero y cómplice de bacanales.

- ¿Y qué ocurrió? ¿Por qué no siguió trabajando ahí?

- Secuestraron a mi jefe y a mi me sacaron de la empresa.

- Es una triste historia.

- Ni tan triste, mientras pude lo disfruté, con el hombre nos íbamos a mujerear y al día siguiente cuando llegaba a mi casa tenía que armarle pleito a mi esposa porque ya no se me levantaban ni los dedos de las manos.

- Yo me quedo por aquí. Fue un gusto conocerlo .

Cancelé el costo de la carrera y me dirigí de buen ánimo a la oficina de Ximena. Ahí estaba ella atendiendo una llamada, yo sabía que podía haber dejado el certificado de recibido en recepción, pero quería verla sólo un momento. Como era de esperarse no ocurrió nada del otro mundo, se limito a sonreír y a dar las gracias... fue todo. Ya me había despedido y estaba a sólo unos cuantos pasos de la puerta de su oficina y en ese instante reuní las fuerzas para frenar mi caminata y decirle:

- Perdona, sé que puedo ser impertinente, pero... me gustaría saber si existe alguna posibilidad de asenso para mí.

Ella soltó una carcajada muy espontánea, me miró directo a la corbata y me dijo:

- Pues veré que se puede hacer, te llamas Daniel ¿Cierto?

- Sí, así me llamo, de verdad me caería muy bien un ascenso.

- No te prometo nada pero veré que se puede hacer.

Salí de la oficina como si se me hubiera hecho tarde para ir a una cita. Mi departamento se encontraba desordenado y al no tener nada interesante que hacer me dedique a limpiarlo. Levanté los montones de ropa sucia, barrí mi cuarto, trapeé el baño, limpié el polvo y embetuné mis zapatos. Me dispuse a darme un duchazo cuando sentí que alguien hacia sonar el timbre.

- ¿Quién es? Pregunté sin abrir la puerta

Nadie contestó, supuse que seguramente eran algunos niños que se divertían a costillas mías, me metí a la ducha, pero el timbre seguía sonando. Sequé mí cuerpo y me coloqué ropa cómoda, abrí la puerta y me quedé ahí de pie para ver si aparecían los pequeños demonios que no querían dejarme en paz, pero lo único que vi fue un pasillo vacío durante unos cinco minutos. Escuché voces de personas que discutían y en ese momento decidí salir hacia el pasillo y seguir la ruta que me señalaban las voces que discutían, fue así como bajé las escaleras una a una hasta llegar al primero piso.

En el primer piso se encontraban dos mujeres y dos hombres; discutían sobre el proceso de cambio de sede de la empresa en la que laboraban. Un hombre de rostro recio era el que más levantaba el volumen de su voz, los demás asentían con la cabeza en silencio. Eso me llevo a suponer que él era el jefe.

No era agradable escuchar las maldiciones del grupo de sujetos y ver el rostro de amargura fuerte del pequeño hombre que parecía ser su jefe. Por lo tanto me dispuse a salir y ¿Por qué no? Comprar un cigarrillo para recrearme unos cuantos minutos en ése humo que se elevaba conformando figuras a partir de las cuales me gustaba dejar volar mi imaginación y creer por un instante que había vuelto a ser un joven y a transitar por los pasadizos de los colegios y las universidades.

En ése instante descubrí que la forma en que se había transformado mi existencia, es decir el hecho de dejar de pensar en los amigos, las festividades y los divertimentos intelectuales; me llevaban a convertirme en esa clase de persona que tanto había despreciado en tiempos de estudiante.

Mis pensamientos y mis acciones se enfocaban en un sólo propósito, ascender en la escala laboral para dejar de ser lo que llaman los depredadores de oficina: “un perdedor”.

Transité por las calles de mi barrio y logré entrever que el mundo en el que vivía me estaba ahogando, caminé y caminé hasta el cansancio. Un fuerte sonido llamó mi atención. Provenía de la bocina del taxi que conducía mi nuevo conocido; me acerqué con algo de temor. El hombre abrió la ventana del automóvil y me dijo:

- Éste mundo es un pañuelo ¿No le parece?

- Sí, es cierto ¿Cómo le fue en su día?

- ¡Excelente! Siga súbase.

Ocupé el puesto del copiloto. En medio de una carcajada me dijo:

- No se imagina lo que me ocurrió hoy.

- ¿Qué pasó?

- Recuerda a su amigo el Ingeniero.

- ¿El de la amiguita?

- Ése exactamente.

- ¿Qué pasa con él?

- Pues que hoy solicitó mis servicios y se subió al Taxi con una tal Ximena.

- ... ¿Dónde lo recogió?

- Cerca del lugar donde lo recogí a usted.

- ¡Este mundo es un pañuelo! - Exclamé haciendo un esfuerzo por contener la risa.

- Cuando se bajó la mujer, le conté al Ingeniero que yo era el mismo conductor que lo había llevado a usted por la mañana a la casa de él... en fin le conté toda la historia.

- ¿Lo de la fufurufa también?

- ¡Pues claro!

- ¿Y él, qué le dijo?

- Me preguntó si usted y yo éramos amigos.

- ¿Y usted qué le respondió?

- Que sí, que éramos familiares lejanos.

- ¡Porque le dijo eso!

- Espere le termino de contar.

- ¡Bueno hágale!

- El Ingeniero sacó de su bolsillo unos cuantos dólares y me los entregó, a cambio de que no le dijera nada a usted.

- Y... ¿Por qué?

- Eso mismo le pregunté yo. Me dijo que no quería que usted le contara a Ximena.

- Eso me puede traer problemas.

- ¿Por qué?

- Yo estaba negociando con Ximena para que me ayudara a conseguir un ascenso dentro de la empresa y después de esto me pueden despedir.

- El Ingeniero me entregó su tarjeta, por lo que me doy cuenta trabaja en una de las mejores empresas del mundo, llámelo y dígale la verdad.

- ¿Qué verdad?

- Pues, dígale que usted está en busca de un mejor empleo.

Me despedí, el chofer me entregó la tarjeta de presentación del ingeniero y al respaldo me anotó sus datos. Esa noche no logré dormir. Pasaron varios meses y ya era sábado; el teléfono sonaba repetidas veces y sentía que la cabeza me daba vueltas a consecuencia del exceso de alcohol y las mujeres de la noche anterior. Me sobrepuse y decidí contestar el teléfono:

- ¿Buenos días? -Pregunté mientras pasaba una mano por mi cara.

- Buenos días ¿Se encontrará el ingeniero oscar?

En ése momento me percaté de que era Ximena, no sabía que decir... después de pensar durante eternos segundos contesté:

- Salió a entregar unos planos, no creo que se demore mucho.

- Está bien, lo llamaré al celular.

- ¡No! el Ingeniero dejó su aparato celular aquí en la oficina. Colgué la bocina y en ése momento Oscar salió del cuarto contiguo acompañado de dos mujeres negras, esculturales y sensuales. Él se quedo mirándome y pregunto:

- ¿Qué pasó?

- Ximena llamó hace unos segundos.

- ¿Qué le dijo?

- Que usted estaba entregando unos planos a un cliente y que había dejado el celular aquí.

- Bien, pero ahora ¿Qué le digo?

- Es mejor que discuta con ella, porque después de lo de anoche... a ninguno de los dos se nos paran ni los dedos de las manos.

2 comentarios:

ANDRES GRANADA dijo...

MUY BUENO EL CUENTO.

Y LA FOTO DEL AUTOR ESTA MATADORA

JAJAJAJA

UN ABRAZO

ANDRES GRANADA

Maryory Valdés dijo...

Hola, me encantó tu estilo para narrar historias cotidianas pero lo mejor es la enseñanza implicita que lleva. A medida que logramos los sueños empezamos a dejarnos encadenar por ellos y en ocasiones dejamos de inventar nuevos que nos permitan seguir volando más lejos.

Con cariño

Maryory Alexandra
(almadabella - netlog)